martes, 29 de enero de 2008

IGNORAR: El fácil camino sobre la mar

a Flor

Otro día más en ayuna de encantos, impulsada por la inercia misma del nuevo día.

Las mantas ya no parecen tan livianas, mucho menos el traslado fútil de mis piernas envejecidas.

La vaga suerte trajo, este octubre nebuloso, una cálida brisa matutina. Revienta, benévola, en la cara misma del deshielo.


¿Me dan ganas de café, leche o mate? ¿Tostadas o masas? ¿Caminata o reposo? En fin. De qué preocuparse cuando existen las mismas ganas que antes de ayer.


Ni el goteo solitario de la ducha engaña hoy con algún sonido. Rato hacía que nadie hablaba cerca. De algo novedoso al menos. Rato hacía.

No es que tenga esto mucho de nuevo, pero los rincones que hoy toca recorrer llevan largo tiempo de encierro.


Me acerco a un brazo de distancia de la hornalla, donde puedo, ya, escuchar el susurro tenue del agua hervida. Adivino, una vez más, cómo apagar este bendito aparato, después de soplarla inconscientemente. La hora del desayuno me encuentra envuelta en ese olor dulzón que conocemos sólo quienes no logramos aprender a usar la hornalla.


La historia que me piden contar -historia que muy pocos conocen en verdad y que llevo a fuego- es la de un ser entrañable. No tanto para muchos, pero sí mucho para mí. Tantas veces fue agradecido mi calor que son inevitables estas lágrimas.


Pueden hablarme de recuerdos añorados pero también lastimosos. Mucho es el tiempo que he pasado ya sin verlo. Mucho desde aquel día en que se secuestró de las manos de sus padres y puso fin a la aplacadora barrera del cuidado maternal que lo mantuvo tanto tiempo lejos de sus sueños. Sueños de aventura. Una de esas pocas que empieza y termina en valiente travesía temeraria.


Tengo tanto para hablar de él, y tan poco me piden descubrir. Me lastima la cautela de sus sabedores, si se me permite el término. Me lleva al descontento, me hiere profundo. Cuánta vida hay detrás de cada persona, y cuánta más puede descubrirse cuando no se la quiere indagar.


Estoy agotada, y el único trazo de esta sedienta hoja es una triste gota de mate amargo y otra de mis lágrimas.

Dios, qué molestia tan absurda. Ni siquiera escribir, recuerdo.

Después de tanto hoy vuelvo a sufrir la falta de palabras para deshilar mi vida. Que excitante y que humillante. Pero, ¿quién sería yo en tal caso –obligada a esta tarea-? Ah, madre de las vergüenzas. ¿Quién pudiera leer estas líneas? ¿Y a cuántos importara realmente? ¿Cuántos acudirían de soslayo al porvenir de mis pensamientos, o incluso indiferentes? Espero no decepcionarlos. Ni a ellos ni a mi solicitante. A ninguno. Tampoco a mí. Mucho menos a Él. Que viva entonces su puro recuerdo. Y que no lo apaguen nunca.

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8 de Octubre de 1997

Ernesto G. de la Serna, pte.

An pasado y pasaran muchos año que ya no está entre nosotro pero tu imajen no se borra jamas junto a tu nombre recorreré el mundo entero.

Yo no bengo a rendirte un homenaje porque se que no me lo hubiera permitido nunca te gustaron las adulaciones sello con que se distinguen los grandes como voz.

Yo solo quiero recordarte como era y contarle a lo que no tuvieron la suerte de conocerte era un niño sumamente intelijente y de adolecente y un ejemplo para mucho y principalmente para la juventu y de hombre un baliente guerrero mirá si lo era que un dia con tu pecho en alto desafiaste un fusil resiviendo aquel tiro mortal que termino con tu vida ordenado por un cobarde si tu pecado fue tomar las harmas para defender una causa arjentina pienso que tus resto deberían descansar aquí bajo este pedasito de suelo que te resibio con los braso abierto cuando de niño llegaste aquí buscando saber aquí, esta en tu casa y porque pasaste parte de vida y porque sos nuestro y por ser argentino. Evoco su memoria brindando justicia y que el entrego su vida por ello.

Gracia.

Rosarito."

Doña Rosarito a Ernesto

Museo del "CHE"

Alta Gracia, Cba.

I - 2008