jueves, 25 de octubre de 2007

Mi conventillo (2da Parte)


Está también la Paloma, de quien ya les hablé. Vive sola -una tilinga de aquellas, pero muy sociable también, y a quien muy pocas soportamos-. Ella es la única “fabriquera” -como dice el jefe de mi marido, quien por cierto se la ha levantado en varias ocasiones- del conventillo.


Para comer, algunos días se prende un pucherito, a pedido de los lugareños, sino se comen algunos quesos con pan o sino legumbres. Salvo los gallegos, como Manolo, que se la pasan con su tocino bajo el
brazo, las comidas en la casa siempre se comparten.


El conventillo tiene 2 baños, como muy pocas en el barrio, pero que igual no alcanza para la cantidad de gente que la habita. Hay muchos tendederos de ropa, así que con esto no hay problema. Con lo que sí hay problema es con la pileta. Muchas mujeres que se ponen a lavar, se la pasan hablando en ves de apurarse, y si a eso se le suma que los muchachitos la usan para jugar, es casi imposible usarla.


Nosotros ocupamos la habitación nº 7 -a la izquierda del final del zaguán de la Serrano-, con una cocina pequeña, 2 camas, una mesita y una lámpara que casi nunca funciona y por último, mi único recuerdo de Italia, un libro que me regalo mi abuela el cual es muy preciado para mí y sobre el que estoy escribiendo estas memorias, con unas hojas que me prestó la Paloma, a quién seguramente le cuente ahora que me puse a escribir como ella me aconsejó.


La verdad, me cuesta hablar un poco de nuestra casita, por el simple hecho de no tener mucho que describir.


Escribo un poco sobre el jefe de mi esposo, quien vive en el Barrio Norte, con su gran casa, que no llega a se una mansión, pero que no se asemeja en nada a nuestras casillitas. En su casa, cuenta mi marido que la visitó, hay muchos muebles muy brillosos, que según dice trajo de Europa, a parte de la gran cantidad de pinturas sobre la pared.


Allá en Génova, de donde venimos, se pasaba mucho hambre –ni cerca de la que por ahí se pasa aquí-, a parte mi marido, cuando éramos solamente novios, no conseguía trabajo. Igualmente no me quejo. Muchos de los que conocimos al llegar a Montevideo, tuvieron que escaparse de Italia por estar afiliados al mazzinianismo.


En Europa dejamos muy pocos parientes y amigos por suerte, porque sino el desarraigo hubiese sido mucho mayor.

Viajamos a América para conseguir algo de dinero y volvernos a Europa para formar una familia allá (nosotros no renegamos de nuestro país, como otros), pero se hizo mucho más difícil de lo que imaginábamos, o por lo menos de lo que nos habían contado. Todo se agrava con en nacimiento de dos de mis hijos –Paolo y Gisela- ya que los otros dos se reparten entre Montevideo y Génova, Franco y María respectivamente.


Mi marido, al poco tiempo de llegados a Buenos Aires, luego de la complicada situación en Montevideo, consiguió el empleo en la Fábrica y nos instalamos aquí.


Espero que esta no sea la primera vez que escriba, aunque muchas ganas de seguir no me quedaron. Le voy a pedir a Paloma que me enseñe a hacerlo. Quiero que cuando Gisela crezca, sepa hacerlo bien.


Stella R.

(Lautaro Urreta - Junio de 2005)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

recuerda a cuando los conventillos toman forma en el interior...de cada uno.
de vidas y vidas conjugadas, entremezcladas y remixadas en cada ser.
Lindos textos.
Gracias por compartirlos.

Lautaro Urreta dijo...

Es importante que estos conventillos no alteren, si no es para bien, el curso o buen uso de su espacio.

No importa que tan fuertes sean las personalidades que lo habiten, si mas no sirve que para extraer de ello elementos positivos.
Mi personaje, de toda la miseria, aprendió a ser un poco más allá que sí misma y ser un cachito en otras personas y creyó que existía un camino para donde seguir. ¿Inútil? Eso, gracias al cielo, lo sabrá nunca.

Mientras, supo, a pesar de tantos pesares, dejar testimonio de su interior puro, el que ningún otro ser puede indagar.

Habría que aprender un poco de ella. (Creo.)

Gracias por enseñarme que es de la vida de ese otro cachito que el personaje quiso ser en ajenos.

(((//Conocí, en mi vida, una sola Dorotea. La llamé Dorothy cariñosamente.
Son gratos los recuerdos de ese nombre, aunque nada tenga que ver una cosa con otra. (Sabé disculpar el exabrupto.)//)))

Anónimo dijo...

hermanito, nunca voy a aprender a escribir. comprame un lapicito y te dibujo el conventillo
io ti voglio bene
(pero hacete ver)