miércoles, 22 de agosto de 2007

De la mano de un furtivo desconocido

-Parte II-

'La luz de aquel nocturno deseo'

(se aconseja leer Parte I)

Intriga… ¿Intriga?


Con un grito exacerbado lo obligue, tomando fuerzas de una autoridad que sinceramente no sentía, a mostrarme qué escondía tras de sí. También lo insté a decirme qué tramaba.

El caudal de sales que emanaba de mis ojos se incrementó con la misma intensidad que mi sudor y nerviosismo.

Otro grito de mi parte nos dejó pensativos a ambos y, sin embargo, logré hacerlo ceder.

Finalmente podría saber la verdad, aún creyendo en lo profundo de mis sienes que aquellas palabras tan esperadas eran, inconscientemente, de mi conocimiento.


Salud.

Dentro del pozo anímico en que me encontraba, había podido sacar partido de mi depresión y hacerlo cambiar de parecer. Por un momento me sentí vivo, sólo por un momento.

Repentinamente, una fuerza sobrenatural empujó mis brazos hacia adelante llevando mi preciada hoja tandilera -artesanalmente afilada con la piedra de mi tío Osvaldo- ante la vista de mi anfitrión. Al otro lado de aquel espejo, la misma hoja, algo más gastada, con algunos años de uso, pero claramente reconocible por mí asombro.


¡No!


La mímica se repitió. Lo vi asombrarse y enfurecerse simultáneamente y en coreografía conmigo. ¡Hasta golpeó el espejo con la misma fuerza!

Nos miramos. Nos abrazamos en el calor maternal que nos dio la certeza de no estar solos, de poder compartir nuestro –ya no mío- último momento.

El llanto nos ganó a ambos, y ambos, también, caímos al suelo. No lo vi más y ojalá se hubiese tratado de una decisión mía, pero el golpe contra el lavatorio pudo más que mis ganas de conocer. Golpeé fuerte, muy fuerte.

Nada.

Destello.

Nada.


Me despierta un haz de luz tajante que vence la barrera de un par de débiles cortinas que decoran mi cuarto. Un tanto confundido y con la sensación que dejan esos sueños tan realistas, me rozaba la frente con la llema de los dedos, temiendo la infructuosa sensación de dolor que desprende encontrarse con un golpe a la pasada.

Cuando logré recuperarme, la vi allí. Aquella exquisita aglomeración de delgadas líneas y apacible lomo que esperaba ser reservado para su próxima visita.

Lo abrí. Certeramente, sus últimas líneas rezaban: “El otro me soñó, pero no me soñó rigurosamente. Soñó, ahora lo entiendo, la imposible fecha en el dólar.


Fin.

2 comentarios:

Ferreca dijo...

Hola Luquitas, las obligaciones me han alejado un tanto del asunto del blog, por lo que casi se me pasa desapercibido el comentario que dejaste por el segador. Cosa triste de ocurrir, ya que no hubiese tenido la ocasión de conocer esta hermosa página, sin descartar la harto gratificante sorpresa de saberte escritor. Bueno adelante entonces que ya nos estaremos cruzando en este mundillo.
Salud!

Anónimo dijo...

Che te quedo lindo el doble monologo. Sinseramente (no volvere a repetir que soy consiente y culpable de faltar a las normas cuyo cumplimiento y/o imcumplimiento solo a idiotas quita el sueño)pienso q quien no padesca un alto grado de esquisofrenia jamas podra siquiera intentar entender algo mucho menos a si mismo.O mejor dicho... a nosotros mismos.

Abraso viejo...
Yo declaro y pongo a prueba mi existencia. Yo declaro:
hasta que este deforme delay de la mente de Urreta no sea poseedor algo desubicadamente extraño, transgresor, inservible, irrevernte, inmoral e indiscutiblemente estupido. Yo, quien sea quien yo sea, declaro que este "espacio" (si tal cosa existira) es algo rigurosamente aburrido y asquerosamente coerente.

Matadme o superadme (de otra forma pensarian q eres un idiota... si tal cosa existiera)