-Parte II-
'La luz de aquel nocturno deseo'
(se aconseja leer Parte I)
Intriga… ¿Intriga?
Con un grito exacerbado lo obligue, tomando fuerzas de una autoridad que sinceramente no sentía, a mostrarme qué escondía tras de sí. También lo insté a decirme qué tramaba.
El caudal de sales que emanaba de mis ojos se incrementó con la misma intensidad que mi sudor y nerviosismo.
Otro grito de mi parte nos dejó pensativos a ambos y, sin embargo, logré hacerlo ceder.
Finalmente podría saber la verdad, aún creyendo en lo profundo de mis sienes que aquellas palabras tan esperadas eran, inconscientemente, de mi conocimiento.
Salud.
Dentro del pozo anímico en que me encontraba, había podido sacar partido de mi depresión y hacerlo cambiar de parecer. Por un momento me sentí vivo, sólo por un momento.
Repentinamente, una fuerza sobrenatural empujó mis brazos hacia adelante llevando mi preciada hoja tandilera -artesanalmente afilada con la piedra de mi tío Osvaldo- ante la vista de mi anfitrión. Al otro lado de aquel espejo, la misma hoja, algo más gastada, con algunos años de uso, pero claramente reconocible por mí asombro.
¡No!
La mímica se repitió. Lo vi asombrarse y enfurecerse simultáneamente y en coreografía conmigo. ¡Hasta golpeó el espejo con la misma fuerza!
Nos miramos. Nos abrazamos en el calor maternal que nos dio la certeza de no estar solos, de poder compartir nuestro –ya no mío- último momento.
El llanto nos ganó a ambos, y ambos, también, caímos al suelo. No lo vi más y ojalá se hubiese tratado de una decisión mía, pero el golpe contra el lavatorio pudo más que mis ganas de conocer. Golpeé fuerte, muy fuerte.
Nada.
Destello.
Nada.
Me despierta un haz de luz tajante que vence la barrera de un par de débiles cortinas que decoran mi cuarto. Un tanto confundido y con la sensación que dejan esos sueños tan realistas, me rozaba la frente con la llema de los dedos, temiendo la infructuosa sensación de dolor que desprende encontrarse con un golpe a la pasada.
Cuando logré recuperarme, la vi allí. Aquella exquisita aglomeración de delgadas líneas y apacible lomo que esperaba ser reservado para su próxima visita.
Lo abrí. Certeramente, sus últimas líneas rezaban: “El otro me soñó, pero no me soñó rigurosamente. Soñó, ahora lo entiendo, la imposible fecha en el dólar.”
Fin.